Se conoce como el Castillo de San Jorge (Castelo de São Jorge en portugués) a las ruinas de un castillo en la colina de San Jorge en Lisboa. Primitivamente conocido simplemente como Castelo dos Mouros, se yergue en posición dominante sobre la más alta colina del centro histórico, proporcionando a los visitantes una de las más bellas vistas sobre la ciudad y sobre el estuario del río Tajo, por lo que el gobierno portugués hace grandes esfuerzos en conservarlo. El recinto del castillo cuenta con aproximadamente 6000 m². La edificación consta de varias torres y garitas, un foso y dos patios grandes. Las investigaciones arqueológicas has sacado a la luz evidencias de primitiva ocupación humana en la localización de Lisboa desde, al menos, el Siglo VI a. C., sucesivamente por Fenicios, Griegos y Cartaginenses. Las informaciones históricas, mientras, se inician en el cotexto de la conquista de Hispania por las legiones romanas, cuando era denominada Olissipo. Sirve, a partir de 139 a. C. como base de operaciones del Cónsul Decius Junius Brutus, contra los núcleos de Lusitanos dispersos tras del asesinato de su líder, Viriato, cuando se admite que aquí habría, por ese motivo, existido algún tipo de estructura defensiva.
Posteriormente, en el 60 a. C., siendo Propretor Caio Júlio César, concluye la conquista definitiva de Lusitania, y concede a la población el nombre de Felicitas Julia, y a sus habitantes los privilegios de la ciudadanía romana.
Durante las invasiones del Imperio romano por los bárbaros, de las que la península no fue inmune, la ciudad fue conquistada por los Suevos bajo el mando de Maldras a mediados del Siglo V, y pocos años más tarda por los Visigodos bajo el mando de Eurico, volviéndose definitivamente Visigoda bajo el reinado de Leovigildo. Siglos más tarde, en el Siglo VIII, la ciudad cae bajo dominio musulmán, pasando a llamarse Al-Ushbuna.
En el contexto de la Reconquista cristiana de la península, su posesión oscila al aire de las embestidas cristianas, que la consideran como algo al margen del río Tajo. De esa forma, fue conquistada inicialmente por Alfonso II de Asturias, en la contraofensiva de 796. En esa ocasión la ciudad fue saqueada y las fuerzas cristianas, demasiado distantes de su base en la región de Entre-Duero-y-Miño, se retiraron enseguida. Idéntico proceso se repitió en el reinado de Ordoño III de León, cuando bajo el mando de este soberano la ciudad sufrió severos daños.
Integrante de los dominios de la taifa de Badajoz, en el amanecer del Siglo XII, ante la amenaza representada por las fuerzas de Yusuf ibn Tasufin, que oriundas del Norte de África, habían pasado a la península con el objetivo de la conquista y reunificación de los dominios Almorávide, el gobernante de Badajoz, Mutawaquil, lo entregó, junto con el Castillo de Santarém y el Castillo de Sintra, en la Primavera de 1093, al rey Alfonso VI de León y Castilla, teniendo como objetivo una alianza defensiva, que no se sustentó. Implicado en la defensa de sus propios territorios, el soberano cristiano no fue capaz de asistir al gobernante moro, cuyos territorios volvieron a caer, al año siguiente, ante los invasores. De este modo, Lisboa, Santarém y Sintra volvieron al dominio musulmán, ahora bajo los Almorávides. Lisboa volvería a ser reconquistada por las fuerzas de Alfonso VI, para volver al dominio musulmán en 1095.
La fortificación, en este periodo, estaba constituida por la Alcazaba de planta aproximadamente cuadrangular con cerca de 60 metros de lado, en posición dominante en lo alto de la colina, defendida por murallas con aproximadamente 200 metros de anchura. Este núcleo, cuyo perímetro corresponde sensiblemente, a los límites actuales del Castillo, al Este y al Oeste los muros descienden hasta el río envolviendo a la población, reforzados por torres en donde se abrían las puertas.
Posteriormente, en el 60 a. C., siendo Propretor Caio Júlio César, concluye la conquista definitiva de Lusitania, y concede a la población el nombre de Felicitas Julia, y a sus habitantes los privilegios de la ciudadanía romana.
Durante las invasiones del Imperio romano por los bárbaros, de las que la península no fue inmune, la ciudad fue conquistada por los Suevos bajo el mando de Maldras a mediados del Siglo V, y pocos años más tarda por los Visigodos bajo el mando de Eurico, volviéndose definitivamente Visigoda bajo el reinado de Leovigildo. Siglos más tarde, en el Siglo VIII, la ciudad cae bajo dominio musulmán, pasando a llamarse Al-Ushbuna.
En el contexto de la Reconquista cristiana de la península, su posesión oscila al aire de las embestidas cristianas, que la consideran como algo al margen del río Tajo. De esa forma, fue conquistada inicialmente por Alfonso II de Asturias, en la contraofensiva de 796. En esa ocasión la ciudad fue saqueada y las fuerzas cristianas, demasiado distantes de su base en la región de Entre-Duero-y-Miño, se retiraron enseguida. Idéntico proceso se repitió en el reinado de Ordoño III de León, cuando bajo el mando de este soberano la ciudad sufrió severos daños.
Integrante de los dominios de la taifa de Badajoz, en el amanecer del Siglo XII, ante la amenaza representada por las fuerzas de Yusuf ibn Tasufin, que oriundas del Norte de África, habían pasado a la península con el objetivo de la conquista y reunificación de los dominios Almorávide, el gobernante de Badajoz, Mutawaquil, lo entregó, junto con el Castillo de Santarém y el Castillo de Sintra, en la Primavera de 1093, al rey Alfonso VI de León y Castilla, teniendo como objetivo una alianza defensiva, que no se sustentó. Implicado en la defensa de sus propios territorios, el soberano cristiano no fue capaz de asistir al gobernante moro, cuyos territorios volvieron a caer, al año siguiente, ante los invasores. De este modo, Lisboa, Santarém y Sintra volvieron al dominio musulmán, ahora bajo los Almorávides. Lisboa volvería a ser reconquistada por las fuerzas de Alfonso VI, para volver al dominio musulmán en 1095.
La fortificación, en este periodo, estaba constituida por la Alcazaba de planta aproximadamente cuadrangular con cerca de 60 metros de lado, en posición dominante en lo alto de la colina, defendida por murallas con aproximadamente 200 metros de anchura. Este núcleo, cuyo perímetro corresponde sensiblemente, a los límites actuales del Castillo, al Este y al Oeste los muros descienden hasta el río envolviendo a la población, reforzados por torres en donde se abrían las puertas.
JANKA HARTLOVÁ AND CRISTINA MORAGA CADENAS
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